lunes, 22 de junio de 2009

Última écfrasis


Cierro la serie dedicada a los lienzos de la pared con un cuadro romántico de inspiración mitológica. John William Waterhouse pintó este Hylas y las ninfas que veo ahora desde mi sillón. No hay necesidad alguna de conocer el episodio mítico para advertir que se oponen dos mundos. La piel tostada del héroe (el bronceado entonces debía ganarse en hazañas y proezas) contrasta con la desvaída palidez de las siete ninfas. Oscuridad de la superficie frente a claridad de la hondura. Ahí está la tensión.


La mirada de las ninfas exhala concentración hipnótica. Los brazos de dos de ellas se aferran suavemente al cuerpo de Hylas, incapaz de oponer ninguna resistencia, dejándose hundir en el manantial. No hay violencia. Blanco sobre negro.

Heracles, desesperado, buscó al joven, junto a Polifemo, durante toda una noche. Pero Hylas ya habitaba otro mundo. Así lo canta Teócrito en el Idilio XIII.

[Lienzo: Hylas and the Nymphs, John William Waterhouse]

[Boceto de ninfas: John William Waterhouse]

jueves, 18 de junio de 2009

Pared

Prometí hablar más de mis paredes. Resulta difícil elegir una sola lámina antes de la mudanza, cuando todo anuncia cambio. Inmerso en esta diatriba, advertí que falta un cuadro en mi pared. Nunca colgó allí ni tampoco estuvo ladeado en ningún otro muro que haya cercado mi existencia. Pero siempre se hizo presente. En el recuerdo es un lienzo que ahuyenta la flama de sobremesa y su bochorno, un paisaje litoral con muchacho (o a la inversa, según gustos).


Caños de la Meca en 1987. Veinte años sí es mucho en este caso. A mediados de julio volveré a ese mismo lugar y en algún instante (si me dejan los perroflautas, cada vez con más perros y menos flautas) me reencontraré con la calma que encierra el magnífico acrílico de Costus. Al hundir el limón en la copa de gintónic me acordaré de Juan y Enrique y maldeciré que haya dioses obscenos que siempre los prefieran jóvenes.

(Desde 1989 las cenizas de Enrique revolotean cada tarde en la Caleta. El cuerpo de Juan quedó enterrado en Sevilla, porque su espíritu quiso seguirlo al vuelo).

[Cuadro: Caños de la Meca, Costus, 1987]
[Foto: E. Naya y J. Carrero, Costus, frente a una de sus obras]

lunes, 15 de junio de 2009

Epístola


Quer... X:


Aunque sea ya tarde, debes saberlo. Lo que contesté mientras reías -sabes de que te hablo- fue verdad sólo a medias. No me arrepiento. Hubiera dolido en el párpado cualquier otra respuesta. Hoy debieras saberlo y por eso te escribo. Siempre quise decirte estas palabras. Quedan dichas.


H. C.

jueves, 11 de junio de 2009

DESPEDIDA

Antes de irse, Chano Lobato nos legó su cante. Sus soniquetes los conozco desde que tengo memoria, mucho antes de ponerles nombre. Me despido de Cádiz en pocos días. Si el tráfico lo permite, cruzaré esta bahia rumbo a Sevilla. En ese preciso instante sonará este tanguillo. Y todo habrá acabado.

domingo, 7 de junio de 2009

ÉCFRASIS

Llevo nueve meses viendo cada mañana, al despertar, una reproducción de Klarwein en la pared frontal a mi cama. Cosas de vivir de alquiler y no prestarse a eslóganes de Ikea. Está claro que se trata de una Anunciación: la paloma, el espíritu santo alado con su dedito hacia el cielo.

Una mujer desnuda de curvas turgentes y pecho generoso recibe un cunnilinguo de la inmaculada ave (al menos eso piensa mi mente calenturienta). Detrás un sinfín de telas, alfombras y flores ocultan tras de sí la figura de un elefante. Hoy quería escribir sobre el cuadro y, al buscar la imagen para ilustrar la entrada, descubro que mi reproducción es un detalle del óleo original. Lo que llevo nueve meses sin ver es a un trío de chamanes orantes, ataviados con ropaje ritual, ante un bodegón de fruta tropical en lo que parece una ofrenda. También hay un tipo tocado con un sombrero chino.

Este cambio -recién descubierto- me hace replantear mi interpretación de la obra. De repente me convierto en un detective, no tan salvaje como los de Bolaño, pero detective a fin de cuentas. Observo perplejo la escena. ¿Qué pinta un chino sentado allí? Lleva gafas de sol y sonríe gustosamente. El resto de personajes no parece percatarse de su presencia o quizás no les importe. Frivolizaría al pensar que ha podido colarse, sin más, debido al peso demográfico pero no me satisface. Estoy exhausto.

Busco en la red alguna pista sobre el cuadro y se produce el hallazgo. El chino no es tal chino sino el propio pintor, Mati Klarwein. Este cuadro sirvió de portada a uno de los discos del guitarrista mexicano Carlos Santana. Debo ser el único sobre la faz de la tierra que no conozca ese LP a tenor del comienzo de la información : ¿Quién no conoce la portada del disco Abraxas de Santana?

Lo poco de la vida del señor Mati Klarwein (Hamburgo, 1932- Palma de Mallorca, 2002) que se extracta habla de LSD, fiestas por todo lo alto, ataques con hacha por blasfemia, cuatro hijos de tres esposas y otras tres sin hijos.

Ahora sólo me queda averiguar el porqué de la elección de mi arrendataria, ¿es admiradora de Santana o le gusta Klarwein? Puede ser que esta mujer haya asistido, hace años, a alguna de esas fiestas tan locas en cualquier cala balear. De mañana no pasa, me aposto a su puerta y sigo sus movimientos.


[Óleo: La Anunciación, Mati Klarwein, 1961]

jueves, 4 de junio de 2009

CUERNOS



Tal vez no sea la luz como recuerdo,

entonces hubo luz -eso es seguro-,

y mordisco y tobillo y la risa obstinada,

inextinguible.


Y bufandas y un libro. Todo fue aquel instante.

Nosotros (veintipocos) en una antigua historia,

sin saber qué decir ni cómo, pero cerca.


Dije adiós hace poco a tu caligrafía

nerviosa, la solapa

del paquete de Nobel, que guardé tantos años,

con tu nombre y teléfono, un extraño fetiche.


Nosotros, los de entonces (treintayalgo),

seguimos mutilando solapas de cartón,

anotando con prisa en la noche a sabiendas.

Hubo luz. Lo aseguro.


[Fotograma: Hierro 3, de Kim Ki Duk]