miércoles, 25 de febrero de 2009

Μωμος (Martes de Carnaval)


Dios y ceniza,
Dios y tabaco,
Dios y ginebra,
vástago oscuro de la Noche,
amigo del descaro y la ironía,
llamarada de luz ardida sobre el mundo,
que tu reflejo asista en otras noches
y celebre tu risa nuestra risa
y encienda cada pecho con tu aliento
y cada día ardamos como tú,
Momo, cada febrero te consumes.

jueves, 19 de febrero de 2009

BEIRUT



miércoles, 18 de febrero de 2009

Mirada

Un objeto común cobra valor artístico, más allá de la ensoñación, en la mirada atenta de su uso cotidiano. Chema Madoz ha sabido expresarlo con contundencia, en la estela estética de Duchamp y los surrealistas menos soñadores. Joan Brossa aplaude con los pies allí donde se encuentre, estoy seguro.

Recuerdo una anécdota de mi infancia. El primer día de clase llegué
tarde. Todos los demás niños estaban ya sentados alrededor de una mesa grande en la cocina, y no había espacio para mí. La profesora me dijo: No te preocupes, ahora mismo te preparamos un sitio. Y abrió la puerta del horno para que me sirviera de pupitre. Me senté en mi banqueta, con el cuaderno sobre la puerta abierta, mirando el interior negro del horno.

Chema Madoz


La exposición Chema Madoz: 2000-2005 puede verse en el Claustro del Palacio Provincial de Cádiz hasta el 8 de Marzo.


[Foto: © Chema Madoz. Foto cabecera: © A. Domínguez]

lunes, 2 de febrero de 2009

ANÉCDOTA

Fue en Madrid, una noche después de un concierto de jazz. Roberto y yo quedamos con el resto en el único bar cercano que tenía cocina abierta. Poco a poco fueron llegando: Lara y Miguel, Daniela y Migue... Era noche de tango argentino y no sé quien animó primero a subirse al escenario a Miguel Ángel e interpretar Tan Puta y Tan Beata, su composición más celebrada hasta el momento. Nuestro calor no pudo con la incomprensión colectiva. Interrumpieron la más sublime de las posibles canciones que aquella noche pudiera sonar en La Recoba (sic). Porca miseria. La estupidez humana no tiene límites, pensé. Roberto hizo ademán de marcharse... sin pagar. Truncamos la fuga y le obligamos a volver tras pasar por un cajero. Saldó la cuenta de todos y al fin se esfumó. Supimos entonces que esta vez iba en serio: Roberto estaba enfadado (tanto como para invitarnos). Indignación en la nuca. Nadie quiso ahondar la herida. La calidez humana tampoco tiene límites, pienso hoy. Vestiremos cicatrices.