sábado, 26 de septiembre de 2009

Cuatro veces fuego


Resulta extraño ver cómo puede llegar a tomar forma y materia algo tan intangible como el trabajo creativo. Ocurre cada vez que se edita el trabajo de un amigo (un disco, un libro, una porno). La vida del creador semeja un embarazo permanente de partos sucesivos. Bien es verdad que en el mundo editorial hay también libros prematuros, otros alumbrados con la epidural del superventas precedente e incluso algunos engendrados en vientres estilográficos de alquiler.

Lara Moreno, por desgracia para su cuenta bancaria, es marginal (no sé si con vocación de serlo, eso habría que consultárselo a ella) y –que yo sepa- no pertenece a ningún cenáculo literario (coincidimos en preferir las tabernas, mejor si son prostibularias). El boca a oído -desde la aparición de Casi todas las tijeras- se está encargando de darla a conocer. Poco a poco, sin prisa.

Cuatro veces fuego, su último libro de relatos, supone una suerte de conjuro jaculatorio que nos transporta –permitid la aparente paradoja- a mundos tan desconocidos como reconocibles. Hay que reivindicar lo imaginario, tan devaluado en estos días, como seña de identidad propia de esta autora. Gracias a su fértil capacidad de fabulación, podemos codearnos con un tipo que encierra en su boca al mar, mientras juegan los niños sus cartas macabras y alguien desentierra una lámpara sin genio dentro. Cada relato es un fogonazo, una llamarada instantánea que aturde más allá de su extinción.

Por fortuna, este libro no supone ninguna consagración definitiva (sería difícil encajar bien eso). El valor de esta obra estriba en ser su última plaza habitada. Un granito de arena más para la duna de su playa. Habrá más partos en lo sucesivo. Y otros padrinos con más tino -
auguro- redundarán en lo aquí dicho.

[Foto: P. Hierro, Lara en La Canela de Cádiz, 2009]

1 comentario:

Miguel Ángel Maya dijo...

...Totalmente de acuerdo...