Hace pocos meses, de vuelta de la acampada de Sol donde fui a curiosear -emocionado- como tantos de paso por Madrid, entré en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando a encontrarme con el único cuadro en España del viejo pintor milanés (que yo recuerde he visto otros suyos en Florencia y París). Y rememoré con una sonrisa a Bolaño y su desgarbado Archimboldi en 2666 (cuánto me gustó aquella primera parte y el equívoco con el maestro italiano).
Follaje tupido, espiga, bulbo y flor. La primavera presurrealista y el loco sueño del botánico, totum revolutum avant la letree. Difícil apartar la mirada, retirarse, continuar visita y pensar en otra cosa. Eso es poder de fascinación. Eso mismo, una década antes, me pasó con El Bosco y El Carro de Heno o el Jardín de las Delicias (qué hermoso libro también aquel de Ayala).
Follaje tupido, espiga, bulbo y flor. La primavera presurrealista y el loco sueño del botánico, totum revolutum avant la letree. Difícil apartar la mirada, retirarse, continuar visita y pensar en otra cosa. Eso es poder de fascinación. Eso mismo, una década antes, me pasó con El Bosco y El Carro de Heno o el Jardín de las Delicias (qué hermoso libro también aquel de Ayala).
Y el que se ha fascinado alguna vez, pasmado ante la belleza verdadera, no tiene más cura que volver a contemplar una y otra vez aquellas obras. (Thomas Bernard en Maestros antiguos sostiene que nada soporta una mirada escrutadora durante mucho tiempo sin enseñar sus errores, esa será mi próxima lectura, recomendación de mi amigo Bux).
[Óleo: Arcimboldo, La Primavera]
Tweet |
No hay comentarios:
Publicar un comentario