miércoles, 16 de junio de 2010

Palabras


Leo unos relatos medievales. Literatura popular. Los superventas de la época. La doncella Teodor y Flores y Blancaflor. Me gusta saborear ese castellano añejo, adoro el balbuceo, la sintaxis reiterativa, revivir tanta palabra engullida por las fauces de Cronos. Soy un desviado, me gusta rebuscar en los anaqueles, fondo de biblioteca. Ahora también se populariza una determinada literatura frente a otra. Y la masa lee (o le leen a través del cine y las series). Hoy, como ayer, el auditorio se rinde ante determinadas historias. Cuántas palabras sepultará este siglo en esas obras es un enigma.


Sueño con christianas cativas asomándose a una fuente para verificar su virginidad y el miedo a que se enturbie la corriente. Y la erudición femenina dejando en entredicho a los más sabios de palacio. Y los anillos mágicos que salvan del fuego. Y las conversiones por amor. Y todo está cifrado allí. Cambiamos la sintaxis, elegimos otras palabras, pero los gérmenes de la historia duermen en aquellas páginas polvorientas. Ya lo dijo Propp en su Morfología del cuento ruso hace ochenta años. La literatura popular se reduce a un número limitado de constantes y variables, heredadas de generación en generación. No existe la novedad. Que no os engañen.
[Portada: edición sevillana de La Doncella Teodor, c. 1526-1532]




1 comentario:

Lara dijo...

cuánta razón tienes